La manera más rápida y común para descender los 3.482m del Mulhacén, techo de la Península Ibérica, suele ser con esquís. Pero el veinte de noviembre, David Torres junto al experto parapentista Ramón Morillas, realizan el descenso en parapente!
La actividad se realizó hace apenas unas semanas, sumando a la dificultad del vuelo unas condiciones en las que tuvieron que pelear contrarreloj a causa del viento en aumento, el peso porteado y la nieve profunda que les llevaron al límite de lo posible.
Así nos lo cuenta el artífice de ésta historia, David Torres.
«Sierra Nevada ha sido mi hábitat natural desde siempre. La he recorrido durante muchos años, en invierno y en verano, a pie o con esquíes, escalando o en bicicleta.
En especial me atrae la zona norte, donde he pasado todo el verano corriendo: Guarnón, Valdeinfiernos, Valdecasillas, Laguna Larga, La Mosca, y como no, la cumbre del Mulhacén, a la que he subido este año un buen numero de ocasiones.
Así que por qué no darle una vuelta de tuerca más y … volar! Sí, volar en parapente desde la cima más alta de la Península Ibérica.
Pero claro, cómo hacerlo si yo nunca he volado en parapente, pues contando con la ayuda del amigo Ramón Morillas; campeón del mundo de paramotor en varias ocasiones, récord del mundo de altura en paramotor ascendiendo a 7.800 metros en la cordillera del Himalaya, y más de 20 años en el aire sobre un parapente. Así el éxito del proyecto estaría asegurado. Se lo propongo y tan solo tarda unos segundos en decidirse.
El proyecto está lanzado, sólo queda esperar a que las condiciones sean buenas para volar, cosa que yo creía más fácil, pero esperando a que el viento en la cumbre de Muley no supere los quince, veinte kilómetros por hora y además sea un día claro sin nubes, pasa casi un mes.
Por fin el martes veinte de noviembre, a las seis de la mañana, estamos funcionando en la Hoya de la Mora, con la suerte de que además se han unido al viaje los amigos Chema Escobedo y Luis Linde.
El otoño ha avanzado y la nieve hace más difícil la aproximación, teniendo que utilizar las raquetas para progresar por la misma. Hasta la Carihuela avanzamos bien gracias a que ha pasado mucha gente por allí y han abierto huella, pero a partir de ahí lo tenemos que hacer nosotros. Además hace calor y el agua que llevamos probablemente sea escasa para la ocasión, pero hemos tenido que ajustar el peso.
Una parada en la ventana de Valdeinfiernos, otra en la Caldera para hidratarnos una vez más y comer un poco, y así poder afrontar con garantía los últimos trescientos metros de desnivel positivo que nos quedan para llegar a la cumbre.
Ahora es cuando nos damos cuenta, es la una de la tarde, de que llevamos seis horas caminando y no vamos muy ligeros debido al peso, entre doce y quince kilos a la espalda. O sea, que las garantías desaparecen, y lo único que nos ayuda a subir son las ganas de volar.
Luis ha consultado perfectamente todos los partes meteorológicos y desde hace rato nos viene avisando de que si nos retrasamos, sera difícil despegar, porque a partir del mediodía la velocidad del viento irá subiendo progresivamente. A las dos de la tarde estamos en la cumbre, y sin perder ni un minuto preparamos el material para el vuelo y comienzan los intentos. La predicción de Luis se ha cumplido y la velocidad del viento está rondando los treinta kilómetros por hora, haciendo peligroso el despegue.
Después de varios intentos, el jefe Ramón, decide perder un poco de altura para ver si hace menos viento. Bajamos andando unos cien metros y otra vez a empezar; desplegamos el parapente, nos anclamos a la silla y tras un rato esperando el hueco entre las rachas más fuertes de viento, ésta vez sí! conseguimos despegar…
Estamos en el aire. Ramón y yo desde el biplaza vemos que Luis y Chema también despegan. Estamos sobrevolando la zona más espectacular de Sierra Nevada, las caras norte de la Alcazaba y el Mulhacén, la Laguna de La mosca, el Juego de Bolos, el Puntal de La Caldera y todos esos valles que normalmente recorro a ras de suelo. Hoy los vemos desde arriba, desde el aire.
En la idea original pensamos que un buen lugar para aterrizar sería el Cortijo del Hornillo, pero durante los intentos de despegar, los expertos no creen que vayamos a poder llegar tan lejos por el viento, y al final se equivocan para bien. Lo pasamos de largo y conseguimos aterrizar en Haza Mesa, un sitio precioso y que esta a menos de una hora a pie del Barranco San Juan, donde nos espera Riqui para recogernos y devolvernos a la vida urbana.
Han sido más de diez horas de actividad, estamos muy cansados, no ha sido fácil. Volar desde la cima de la Península Ibérica no es gratis, hay que currárselo, mas aún si lo haces en invierno, pero realmente ha merecido la pena.»